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Murgas injustas, poco ecuánimes y subjetivas

Se acusa a las murgas uruguayas de no criticar al gobierno del Frente Amplio y de darle palo al futuro gobierno. El arte ¿Debería ser ecuánime, objetivo y justo? Por Matías Rótulo "Objetividad" grita para recalcar aquella señora cuando escucha a la murga Queso Magro .  "Ecuanimidad", dice el señor del otro lado, levantando el dedo acusador para señalar después a Agarrate Catalina.   "Sean más justos" reclama a Metele que son pasteles,   otra persona desde más lejos. Mientras tanto, un político se refiere en redes sociales a este tipo de murgas como "totalitarias", haciendo una afirmación totalizadora y condenando como un fiscal justo, ecuánime y objetivo el enojo que su subjetividad le dicta. Es que en este Carnaval, las murgas se vinieron con todo y a ninguna parece gustarle el gobierno que asumirá el 1° de marzo, fecha en la cual ellas, seguramente, seguirán haciendo tablados.  ¿Se imaginan un arte ecuánime, obetivo y jus

Seremos putas asesinas

Putas Asesinas (2001)  puede alterar algunos ánimos deseosos de moralejas en tiempos de crisis. Pero Bolaño se para desde la crisis (moral, económica y social), y nos dice qué odiamos de la realidad.  Por Matías Rótulo Los cuentos de Roberto Bolaño parecen desprendidos de toda sensibilidad, pero en realidad se aferran a la sensibilidad desprendida de esta época. Eso que odiamos es lo que desearíamos no ser para no odiarnos. Los niños son castrados como parte de un ritual ancestral. ¿Quién salva a un niño? Un homosexual. Salva a uno y condena a los otros porque no los salva. No salva a los que estaban con el niño en ese momento en el que lo miró con ternura, pero tampoco salvó a los anteriores y no se queda para salvar a los futuros. Es egoísta porque el “héroe” no es tal. Son niños pequeños, de unos siete años, que serán castrados con permiso de sus padres. La castración va más allá de lo literal. Es lo descarnado de nuestra sensibilidad sobre lo ajeno. Si soy un macho

Que me trague un cocodrilo

Como la consigna actual es tener éxito, quiero que me trague un cocodrilo. Así ocurrió aquel 13 de enero de 1865 cuando a las doce y media en punto, Iván Matvieyich, “sintió la comezón súbita de ver el cocodrilo que exhibían…”. Por Matías Rótulo  El cuento “El Cocodrilo” del ruso Fiodor Dostoievski (1821-1881), a pesar de la distancia histórica y geográfica plantea el debate sobre el individualismo, el capitalismo, la sociedad del entretenimiento y hoy agregaríamos el por entonces desconocido posmodernismo (o por lo menos sirve como aporte al estudio de estos fenómenos o modelos vigentes en la actualidad). El capitalista, es decir el dueño del cocodrilo, no quiere que maten al animal para que se salve un hombre que fue literalmente tragado por la bestia. El hombre, desde adentro del cocodrilo insiste que si el espectáculo de ver a un cocodrilo con un hombre adentro (el hombre no se ve desde afuera), genera ganancias, no debe desperdiciarse dichas ganancias salvándolo de

Muñecas rusas

¿Cómo hace una sociedad que condena ciertos aspectos de su sociedad, para esconder lo que su propia Cultura construyó con el correr de los siglos? ¿Cómo hará Rusia para condenar a sus propios héroes, a su propio pasado cultural y hasta político que toleró (no en todos los tiempos), la homosexualidad? Por Matías Rótulo “ Yo siempre supe como es el juego lucha en el barro con tus amigas” Indio Solari, “Black Russian” El gobierno ruso (con un alto apoyo de la sociedad de aquel país) enfrentó en 2016 una demanda internacional (que terminó en la nada, claro está), una demanda moral en el marco de las medidas que imponen la prohibición de imágenes o contenidos en medios de comunicación sobre relaciones  “no tradicionales”. Es decir, no se permitía emitir publicidad que promuevan las relaciones homosexuales. La medida restrictiva del gobierno  es para que niños y niñas no padezcan las consecuencias, tal como se explica desde Moscú. Para que tenga una idea, si esto fuera Rusia,

Acto de bondad

Hay personas que se sienten bien levantando perritos de la calle o atándose a un árbol para que no lo tiren o militando en un sindicato o rezando por el alma de alguuen. Sienten esa satisfacción de la bondad por el hecho realizado hacía un otro.  Yo, lo que hago, es darle la razón a la gente. Sí, ante una controversia que me involucra le doy la razón a las personas. No hay nada más satisfactorio que tener la razón, ser dueño de la verdad, el poseedor de la respuesta correcta. Pero no hay nada más hermoso que hacer feliz al prójimo al hacerle sentir ese nirvana por sabiduría. Yo sé que tengo razón, pero voy y le digo al otro "qué gran verdad". ¡Qué placer el ver la cara de goce de aquel que me enfrenta, ganándome la pequeña batalla de la mente! Pero yo me voy satisfecho, tras haber recuperado por un ratito, el espíritu de alguien.  ¿Ustedes qué piensan? Pueden darme felicidad o yo puedo hacerlos felices con un simple comentario.  MR