¿El boliche es el corazón del barrio? También lo es la
escuela, la iglesia, (la sinagoga en algunos barrios), el club político, el
club social, la plaza… El corazón del barrio se muda de acuerdo a la zona y la
persona. Para mi Tía Yeya el corazón del barrio es el baile de Palmitas con
canilla libre del único perfume francés del pueblo. Para los parroquianos del
Bar El Hacha el corazón del barrio es el Bar El Hacha y para los de Fun Fun es
Fun Fun.
Por Matías Rótulo (Publicado el 10/4/14 en Voces)
Marcelo Fernández
conduce “Boliches” (viernes a las 23:00 horas por Canal10). Los periodistas deportivos van a mundiales, Julio Alonso
viaja por el mundo, Sergio Gorzy se convierte en Presidente del Comité
Israelita ¿Y qué hace Marcelo? Se va de copas.
Por
fin el veterano encopado que te dice lo mismo que Larrañaga pero con más
convicción, o el muchacho que apenado se apoya en la barra como Constanza el
día después de las internas, tienen un lugar en nuestra televisión.
Hace algunas
semanas criticábamos cierto fomento a la payasada a partir del festejo de las
acciones de los sujetos alcoholizados (en la columna sobre el programa “Súbete
a mi moto”). En el caso de “Boliches” podríamos pensar que:
1. El programa promociona
boliches y por lo tanto se fomenta que la gente vaya a este tipo de comercios
como punto de encuentro de alcohólicos, por lo tanto enfermos.
2. Se busca establecer una
conexión entre una cultura y una identidad popular y por ende local. Ese
relacionamiento se da en base a la investigación periodística cuyo resultado es
el conjunto de testimonios orales e históricos que construyen un relato
educativo, cultural y analítico.
Nos quedamos con la
segunda hipótesis (hip, hip). Superada la payasada de la onomatopeya del hipo
de un borracho, podemos avanzar en explicar por qué este programa de televisión
nos sugiere aquello de lo cultural, aunque para muchos el boliche tenga más de
“popular” que de cultura, siendo “lo popular” –en todo caso- también lo
cultural. En fin… mozo, traiga una caña.
El boliche es el
corazón del barrio en tanto centro de reunión social, pero también como testigo
de la historia local. Los boliches forman parte del paisaje y se van a
acomodando a él. Sobreviven o no a las crisis económicas, los cambios
políticos, y los traspasos de dueños. En el interior de estos recintos hay
documentos que “Boliches” recoge en su relato, los presenta al televidente y
analiza aquellos cambios que el lugar y su gente experimentaron.
El programa camina en línea recta (si camina
en línea recta es que no ha consumido ninguna bebida alcohólica), hacía la
investigación periodística seria. Cuando muchas veces pensamos que los que
están en pedo son los que informan cosas más seria en diarios, radios e
informativos, resulta que el más sobrio en la investigación es el que se rodea
de mamertos para hacer un programa.
El trabajo de
producción de “Boliches” es como un güisqui (así escrito) escocés. Las imágenes
son dulces como un licor de menta, y la fotografía es delicada como el postre
con el café. El menú principal son unos tallarines con tuco. Esto último no
tiene nada que ver, simplemente quiero contarles que estoy en un bar céntrico
mientras escribo la nota.
En todos los programas
hay un relato coherente y sin arrastrar la lengua. Se procura vincular siempre
las historias de los protagonistas con la identidad de una sociedad que en
buena medida se construyó alrededor del café de la esquina. Por las mesas de
los boliches pasaron intelectuales, los no intelectuales, la vida social del Montevideo
creado míticamente en las historias de la barra. El programa de Fernández
también reúne a personajes reconocidos
del ambiente social y cultural como forma de exponer sus vivencias y confirmar
que el boliche y la cultura se unen en una mesa redonda. Benedetti hizo una
literatura de eso y forjó una imagen idealizada de la ciudad y el boliche.
Recuerdo verlo a Mario sentado junto a la ventana en un boliche de la calle San
José. Ahora, la ventana de los boliches es “Boliches” que va por su segunda
temporada y pronto se trasladará al interior del país.
Para finalizar le
dirijo un mensaje a Marcelo Fernández: recuerde que si toma no debe manejar y
sea más vivo, haga la de Julio Alonso, aunque la de Gorzy no está mal.
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Matías Rótulo.