POR MATÍAS RÓTULO Caminando por San Petesburgo, Rodión Románovich Raskólnikov, el personaje creado por el ruso Fiodor Dostoievski en su novela Crimen y Castigo , maquinaba su propia captura. Había matado a dos mujeres, y ese crimen le generó un castigo más brutal que el que le podía esperar por parte de la policía y la justicia rusa. Su mente lo empezó a castigar, viendo a los que lo rodeaban como conocedores de su crimen. Rodión era culpable, de eso no había duda, pero ¿Los otros sabían que era el culpable? El asesino fue y vino de un lado para el otro de la ciudad sin ser atrapado, pero vivió atrapado en la idea de ser un asesino y que a la vuelta de la esquina iba a ser capturado por la policía. La brillantez del relato dostoievskiano tiene su mayor punto cuando Raskólnikov es citado por la policía por una falta menor (¿O fue citado como sospechoso de un asesinato?), y la duda sobre las intenciones del policía que lo interroga empieza a carcomer el cerebro del asesino.
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